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El toro Toribio Paisajeo

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Sòlo te pido que escuches mi corazòn...nada màs. y sabràs lo que siento.


    El toro Toribio

    Lin-z
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    El toro Toribio Empty El toro Toribio

    Mensaje  Lin-z Miér Oct 21, 2009 2:03 am

    hola! , bueno cuando lei esto , la verdad me llene del mismo coraje que nuestro protagonista .Pues habla de lo cruel que puede ser el ser humano aveces . Y que si los animale pudieran hablar lo dirian asi como él.

    Ahi les va n_n

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    El toro Toribio


    Pastaban en el rancho Ah-Kim-Pech, propiedad del ganadero Joe, sendas vacas, toros y becerras.

    Era la llegada de la primavera, y el pastizal húmedo y verde era un verdadero manjar para los animales. Los becerros corrían de un lugar a otro, mientras las gallinas cacareaban. El Sr. Joe en compañía de sus subalternos, cepillaban los caballos, otros levantaban los huevos, y a los bebederos alguien los llenaba de agua.

    Aparentemente todo era tranquilidad para los animales. Pero no. Bajo un naranjo y alejado de los demás animales yacía Toribio. Corpulento astado de 480 kgs. de peso, con cuernos de astifino y bocinegro. Era un ejemplar imponente. Echado y moviendo la cola de un lado para otro parecía muy pensativo y, en efecto, lo estaba. En eso llegó su esposa la Vaca Pinta y acercando su hocico a la de él, le dio un beso y le dijo: -amor, no puedes continuar deprimido, necesitas pastar, necesitas salir de ese círculo vicioso. Si quieres serenidad necesitas estar en línea del equilibrio. ¿Tú creerás que no me duele lo que va a ocurrir el domingo? ¡Me duele!, pero te imaginas si me hecho en mi depresión. Nuestros hijos nos necesitan. Además necesitas modelar ante ellos tu fuerza, tu gallardía


    tu serenidad. Lo que tú les enseñes lo vivirán toda la vida. Si te muestras cobarde, ellos serán cobardes. Mas si te muestras valiente, ellos serán valientes y morirán con dignidad. Además, debes recordar que nuestros dioses son los hombres; y como dioses que son, saben lo que hacen. No podrás quejarte que durante cinco largos años te cuidaron, te alimentaron, te cepillaron; llegó el momento de tu parte corresponder a ellos. Tú no decides tu vida y tus derechos, sino los hombres. Así como ellos decidieron inseminarme artificialmente, así como tomaron todas las decisiones respecto al cuidado de nuestros hijos, su educación, su entrenamiento para la lidia, su salud, el bienestar para la gran familia animal. Recuérdalo, los hombres son nuestros dioses y por ellos debemos dar nuestra vida, inclusive la de nuestros becerritos.

    Por favor, Toribio no me decepciones, tienes que morir con dignidad, hazlo por los hombres. ¿Recuerdas al compadre Torombolo cómo murió? Murió en plena lucha, sangrado, cortado, drogado, disminuido de sus facultades. Lo aporrearon, lo limaron, lo estacaron una y dos veces. Y por tener presente la satisfacción del hombre, murió como los verdaderos toros. Además le aplaudieron, le tiraron flores, le cortaron las orejas y rabo, y su busto ahora descansa en el museo del animal sumiso. Yo deseo ver tu busto en aquel museo y oír apólogos hacia ti. ¿Acaso tienes miedo al dolor? ¿A la muerte? ¿Qué es lo que verdaderamente te pasa Toribio?

    Entonces Toribio sacudió la cabeza, movió sus patas delanteras y dirigió su mirada como por unos cinco segundos hacia donde pastaban sus hijos, hermanos y demás familiares. Volviéndose a su esposa, la Vaca Pinta, se incorporó Toribio y dijo: -Amada mía, no le temo al dolor, ni a la muerte, lo que me tiene pensativo es respecto a nuestros derechos. ¿Tenemos derecho a vivir? ¿Es justo que nos maten los hombres? ¿Es honesto? ¿Sabes? No lo considero justo ni honesto. No es una muerte digna. El espectáculo es por demás mísero. El hombre tiene poca madre. Es un bastardo, un estúpido, una mierda como la de ellos mismos, de putrefacción, no como nuestro estiércol. Para mí, no son dioses. Me declaro ateo. Son mentirosos, son crueles, son veneno puro. Su alma está corrupta; están perdidos, no saben vivir. Su inteligencia la usan para su autodestrucción y de paso nos llevan a nosotros. Para mí, todos son unos hijos de puta. ¡No, Toribio! -exclamó la vaca pinta, con lágrimas en sus ojos- , no digas eso, te estás condenando. Tú no hablabas así, tú eras bueno y obediente. Necesitas perdonar a los hombres, ¡no!, ¡no!, qué cosas estoy diciendo. Me has confundido Toribio. En ese momento intervino Toribio: -¿perdonar?, ¿sabes lo qué es perdonar? Perdonar es reordenar el camino, reordenar las cosas, conducirse nuevamente. Ni el mismo hombre tiene madera de perdonar.

    Me quedan tres días para que gocen de mi muerte, en este momento, quisiera ser el líder de la granja animal y trabajar


    en los desaciertos. Mi compañera, mi fiel, mi querida Pinta, voy a morir no sin antes recordarte que platiques con nuestros hijos estas reflexiones, quizás uno de ellos se rebele ante los hombres. ¿Me prometes que les enseñarás todo esto a los becerritos? Y con algo de tristeza en sus ojos la Vaca Pinta le asintió. Gracias amada – dijo Toribio- y caminaron hacia donde pastaban los animales y comieron juntos, por la tarde corrieron en compañía de sus hijos, jugaron y platicaron, y se acostaron a dormir a la caída del sol.

    A la mañana siguiente, cuando el alba permitía disfrutar de colores intensos, la Vaca Pinta se levantó a despertar a su toro, pero se percató de que Toribio estaba rígido, su triste corazón se había petrificado.

    (José Criollo)

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